La epidurolisis es una técnica que se emplea para disolver parte del tejido cicatricial que rodea a nervios que se encuentran atrapados en el espacio epidural, para que fármacos como la cortisona puedan alcanzar las áreas afectadas y así ejercer su acción.
Epiduroscopio
L5-S1: tejido fibroso e inflamado adherido a duramadre
L5-S1: Fibrosis
L5-S1: Hiperemia e inflamacion activa
La formación de adherencias suele ser el resultado de una hemorragia en el interior del espacio epidural, tras una intervención quirúrgica de la espalda y el proceso de curación subsiguiente. Es una condición natural tras una operación quirúrgica. A veces las adherencias también pueden producirse cuando un disco vertebral sufre rotura, con derrame de su contenido.
El objetivo de la epidurólisis es permitir alcanzar a los nervios afectados, para así reducir el dolor y otros síntomas.
La técnica requiere una serie de tres inyecciones. Primero se introduce un catéter (un pequeño tubo) en el espacio epidural, hasta situarlo en la zona de las adherencias. El procedimiento se realiza en el quirófano, bajo condiciones de esterilidad y con control radiológico. La inyección de medicamentos se hace por medio de este catéter. Puede hacerse solo una inyección en el quirófano o conectarse a una bomba y realizar una infusión continuada en cuyo caso los pacientes permanecen en el hospital hasta el día siguiente.
La inyección se compone de una mezcla de anestésico local y un corticosteroide , así como un medio de contraste radiológico para visualizar el espacio con adherencias, y también hialuronidasa con solución salina concentrada, para reblandecer el tejido cicatricial.
El procedimiento conlleva la inserción de una aguja a través de la piel y de tejidos más profundos, por lo que resultará incómodo hasta cierto punto. No obstante, se anestesia la piel y los tejidos más profundos con un anestésico local, utilizando una aguja muy fina, antes de introducir la aguja del procedimiento. Los pacientes también reciben analgesia y sedación por vía intravenosa, para ayudarles a tolerar mejor el procedimiento.
La técnica se realiza bajo anestesia local. Los pacientes también reciben analgesia y sedación por vía intravenosa, para ayudarles a tolerar mejor el procedimiento. La cantidad de sedación depende generalmente de la tolerancia de cada paciente individual. Durante el procedimiento, se mantiene comunicación con el paciente, a fin de evaluar la correcta colocación de la punta del catéter.
El procedimiento se realiza con el paciente colocado en decúbito prono (acostado boca abajo). Se vigila el electrocardiograma, la presión arterial mediante un manguito, y la oxigenación de la sangre. Se limpia la piel de la espalda con una solución antiséptica, y a continuación se realiza el procedimiento. Tras el procedimiento, se coloca al paciente en decúbito supino (tumbado boca arriba) o lateral. Se emplea control radiológico para ayudar en la correcta colocación del catéter, y para obtener el epidurograma.
Inmediatamente tras la inyección, las piernas pueden sentirse algo pesadas y faltos de sensibilidad al tacto. Asimismo, el dolor puede haber desaparecido o ser de mucha menor intensidad. Esto se debe a la anestesia local que se ha inyectado. Este efecto durará solamente unas pocas horas.
A no ser que se produzcan complicaciones, el paciente debería poder volver al trabajo al día siguiente de retirar el catéter. El efecto secundario más frecuente es una espalda dolorida.
El efecto inmediato percibido se debe normalmente a la anestesia local inyectada. Este efecto durará solamente unas pocas horas. La cortisona propiamente dicha empieza a ejercer su efecto a los 5-7 días, y este efecto puede persistir desde unos días hasta unos pocos meses.
Si el primer procedimiento no logra aliviar los síntomas al cabo de una o dos semanas, podría indicarse un procedimiento adicional. Si el paciente responde al segundo procedimiento, pero queda un dolor residual, podría recomendarse un tercer procedimiento.
A lo largo de un periodo de 6 meses, por lo general no se realizan más de tres procedimientos por paciente. Esto se debe a que la medicación inyectada ejerce su efecto durante unos 6 meses. Si con tres procedimientos el paciente no nota buenos resultados, es muy poco probable que pueda obtener algún beneficio adicional con más inyecciones. Además, un mayor número de procedimientos aumentaría el riesgo de efectos secundarios de la cortisona.
Resulta muy difícil predecir si el procedimiento será de utilidad o no en un paciente dado. Por lo general, los pacientes con adherencias recientes (por ejemplo, tras cirugía de la espalda) responden mejor.
Por lo general, el procedimiento resulta seguro. No obstante, todo procedimiento tiene sus riesgos, efectos secundarios y posibles complicaciones. El efecto secundario más frecuente es el dolor, que resulta transitorio. Los demás riesgos incluyen punción espinal con dolor de cabeza, infecciones, hemorragias en el interior del espacio epidural con lesión de nervios, empeoramiento de los síntomas, etc. Otros riesgos se relacionan con los efectos secundarios de la cortisona: aumentos de peso, elevaciones de azúcar en sangre (fundamentalmente en pacientes diabéticos), retención de agua, supresión de la producción de cortisona por parte del propio cuerpo (cortisona endógena), etc. Algunos pacientes pueden desarrollar reacciones alérgicas a la hialuronidasa. Afortunadamente, los efectos secundarios y complicaciones de carácter serio resultan poco frecuentes.
Los pacientes que son alérgicos a cualquiera de los medicamentos que se inyectan, o que padecen una infección activa, no deberán someterse a este procedimiento. Los pacientes en tratamiento que reciben fármacos antiplaquetarios o anticoagulantes (por ejemplo Sintrom®, Plavix®), deben ser preparados específicamente.